I want to be the bluebird. Singing, singing to the roses in the yard

lunes, 29 de noviembre de 2010

DISCO SEMANAL #5: Gold (Ryan Adams)

Trabajador incansable, creador nato, y enamorado de la música, Ryan Adams es uno de los artistas más prolíficos que Estados Unidos ha sacado a la luz en la última década y media. En la carretera desde los quince años, Ryan formó parte de Whiskeytown (grupo de culto del estilo conocido como "americana"), ha sacado discos con The Cardinals (de ahí su gran relación con Neal Casal, a quien a su vez ha ayudado en algunas grabaciones y directos), y bajo su simple nombre.

Nacido en Jacksonville (Carolina del Norte), se convirtió poco a poco en la gran esperanza norteamericana para todo. Su ascendente carrera y la calidad de sus grabaciones alimentaron el deseo de que fuera el próximo salvador de la música del país: del blues, del country, del rock and roll, y de lo que hiciera falta. Seguramente esto ha pesado mucho en su carrera a posteriori, y mucha gente se ha quedado pensando "¿y ya está?". Que suceda esto es normal si se inflan las expectativas en vez de dejar que el artista nos vaya mostrando su trabajo poco a poco, con el paso de los años y según madure. Parecía que Ryan Adams tenía que haber cambiado el curso de la historia del rock antes de los treinta años, y eso no era justo.

Ahora bien, al escuchar sus discos, y sobre todo algunos como del que hoy hablo, uno entiende que efectivamente Ryan era (es) una estrella mucho más brillante que las del resto del firmamento actual.

Según sus propias palabras, en "Gold" (2001) quería "hacer un clásico contemporáneo". En este disco vuelca todos sus esfuerzos en forma de country, blues, y rock, para realizar finalmente un trabajo tan contundente como genial para nuestros oídos. El inicio de guitarra acústica y el ritmo trepidante de "New York, New York" (adoptada por los neoyorkinos como himno generacional tras el 11-S), la alegre melodía de "Firecracker", la sobriedad y belleza de "La Cienaga Just Smiled", las grandiosas "The Rescue Blues" y "When the stars go blue"... y sumamos (como mínimo) a esta lista de imprescindiples de este disco "Sylvia Plath" y el blues desgarrado de "Enemy Fire". Todas deliciosas.

La distribución del disco no estuvo ausente de polémica: Ryan pretendía lanzar el trabajo en dos discos, pero su discográfica (Lost Highway Records) se negaba a ello puesto que tendría que pagarle en concepto de dos entregas en lugar de una, de modo que juntó todas las canciones en un sólo compacto y el resto (cinco) fueron a parar a un EP llamado "Side Four" (la cuarta cara de un LP). Se hizo una tirada limitada de tan sólo quinientas copias con todas las canciones.

Hace meses que Ryan lleva tomándose un descanso puesto que entre apariciones en directo, colaboraciones, y sus numerosas grabaciones de los últimos años, afirmó estar cansado y tener la voluntad de parar su música por un tiempo. Pero no vemos la hora de que vuelva.

"Gold" es un disco imprescindible en la estantería de cualquier amante de la música. Una reunión de enormes canciones que, al final, hace que el tiempo pase muy rápido cuando se escucha.

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